Ha llegado el otoño, y al igual que las cigüeñas , con ritual de despedida en las almenas de la catedral, siguieron su camino a Africa, Jescar Namulundu ha regresado, por el camino de vuelta,volando también, pero con Air Brusells.
En Sigüenza hace ya un frío otoñal que se puede confundir con el invierno, pero en realidad sólo es un adelanto de lo que vendrá, porque como todos los años, todavía nos queda el veranillo de San Miguel.
Como en la primavera, frente a la casa de La Contaduría General, aquella que mandó construir el gran Cardenal Cisneros, en los tiempos en los que los obispos se codeaban con los Reyes, ha vuelto a montar su chiringuito.
Esta temporada causan furor las pulseras de cuerno de vaca. Las hacen los artesanos ugandeses troceando a sierra los cuernos en rodajas, de la anchura deseada. A continuación las pulen a lija con una rueda, muy similar a la que utilizaban los afiladores gallegos cuando venían a Castilla y para terminar el proceso las barnizan.
Quedan muy bonitas porque el cuerno , a medida que va creciendo el animal , va formando anillos, como el tronco de un árbol, y al pulir el brazalete aparecen los anillos, de diferentes tonos que dan a la pulsera un aspecto tornasolado. La materia prima es excelente, ya que es ligeramente flexible y practicamente irrompible por el uso, en fín, pulseras que permanecerán en el cajón de los recuerdos toda la vida… y en el cajón de la abuela se las encontrarán nuestras nietas, relucientes, como el día que las compraron…